Vivir de prestado
Miércoles, 24 de Febrero de 2010 09:51
Eugenio Amaya (director teatral)Hace unos días El País publicó un artículo de Santiago Niño Becerra en el que el antes denostado y ahora muy solicitado catedrático universitario hacía el siguiente pronóstico: “En 2010 dejarán de ser factibles tareas realizadas al calor del Gasto Público y dejarán de ser sostenibles realidades creadas al abrigo de avales y garantías estatales.” Nadie sabe dónde está la cima de la deuda pública y privada, pero lo que parece estar fuera de toda duda es que hay que pagar las dos y los vencimientos están a la vuelta de la esquina. Por eso habrá que apretarse el cinturón y eso quiere decir recortes brutales del gasto público.
No habrá dinero para lo considerado no esencial y, teniendo esto en cuenta, ¿qué impacto tendrá esta situación sobre la actividad teatral en nuestro país que se nutre, casi en su totalidad, de fondos públicos? Resulta que sobrevivíamos de prestado. Hace poco, ACTA, la Asociación de Artes Escénicas de Andalucía que aglutina a la gran mayoría de empresas teatrales profesionales de esa comunidad autónoma denunciaba: "Hay recortes de ayudas y también de los presupuestos destinados a contratación, nos encontramos con que no hay viabilidad no solo de crecimiento, sino de supervivencia.” En la Comunidad Valenciana, AVETID, la asociación de empresas teatrales, confirma sin circunloquios lo que es de todos sabido, pero cuesta hacerse a la idea: “Las artes escénicas valencianas y, consecuentemente, sus profesionales, vivimos la peor crisis desde que se instauró la democracia en España.” Los recortes por doquier (País Vasco, Barcelona, Mallorca, Sevilla) dan a entender que, sin grandes estridencias y en la antesala de una crisis económica de dimensiones imprevisibles, el mundo del teatro contempla resignado cómo se prepara su liquidación. Los que nos dedicamos a esto corremos el peligro de ni siquiera poder disputarnos las migajas sobrantes del gran festín que ha sido para algunos la política teatral institucional en este país, su derroche, dispendio y despilfarro.
La burbuja inmobiliaria trajo del brazo a su hermana menor, la burbuja de obra pública: auditorios, palacios de congresos, macroteatros, casas de cultura en cada pueblo, abultados gastos corrientes de personal, costes de mantenimiento, programación por todo lo alto a precios de país rico, festivalitis, eventos y magnos acontecimientos, todo ello sufragado por el erario público con la colaboración, cuando la política de marketing lo consideraba beneficioso, de patrocinadores cómplices en otras aventuras. Y las Obras Culturales de las Cajas de Ahorro que, cuando la crisis aprieta, hacen mutis por el foro como Caja Duero que acaba de retirar su aportación económica al teatro Calderon en Valladolid. Ahora es una cuestión de números porque lo que se va por el desagüe no es un programa, una visión, unos objetivos, unos procesos de evaluación de todo lo anterior, sino personas físicas y jurídicas que se agarran con las uñas al borde del precipicio y que tendrán que ir pensando en dedicarse a otra cosa, preferentemente, no dependiente de los presupuestos generales.
Recientemente en Escenium, foro de las artes escénicas celebrado en Bilbao, se llegaba a conclusiones tautológicas como: “los públicos forman parte del hecho escénico porque sin ellos no puede haber producto”. Se subrayaba la importancia del marketing, el papel de programadores como “formadores de gusto”, la necesidad de adaptarse a nuevos contextos, de contar con los medios de comunicación y de implicar al público. Aparte de que sorprende que se monte un evento para llegar a conclusiones tan simples y evidentes (se pregunta uno en base a qué supuestos se ha funcionado hasta ahora), llama la atención la ausencia de mención a los posibles efectos del inminente tsunami económico en la actividad que a todos ocupa. Un síntoma más de la enfermedad muy bien definido por un asistente al encuentro, Toni González: “¿De qué tiene miedo “Escenium”? ¿Tiene miedo de ir a la raíz de los hechos? ¿Tiene miedo del debate? ¿Por qué sino esas largas mesas en lo alto de un enorme escenario tipo “politburó soviético”? Una disposición que no sirve más que para proteger a los ponentes del público. Esto, unido a la ausencia de debate, al no permitirse la participación directa del público en las sesiones, me hizo pensar que quizás la ausencia de público en los teatros guarda una estrecha relación con esta falta de comunicación. En definitiva ¿tiene miedo a los artistas? Si por un lado no permitían la participación del público, por el otro la voz de los artistas también estuvo enmudecida, ya que no creo recordar que se hubiera invitado a hablar a ninguno. A mi entender los artistas son el 50% del problema y hay que contar con ellos para resolverlo.”
En el Reino Unido, en un evento similar, la Conferencia sobre el Estado de las Artes, se produjo todo lo que Toni González echó en falta en Escenium. Conciencia plena de que el sector sufrirá las consecuencias de los recortes en subsidios, reflexiones sobre quienes y en base a qué criterios han de ser subsidiados en época de recortes, participación del público asistente a los debates, inclusión de los artistas en las mesas redondas y ponencias y una pregunta que tiene su símil en España: ¿Se necesitan tantos edificios que succionan una parte importante de los fondos públicos destinados a la cultura? ¿Qué es más importante, la actividad o los edificios? En España, el articulista de la revista Artez, Carlos Gil Zamora, plantea la misma cuestión. En cualquier caso, se echa en falta un debate en profundidad sobre la realidad del sector y sobre qué modelo sustituirá a la era de los excesos que ha inflado la oferta y creado una serie de hábitos de funcionamiento que premian el clientelismo en detrimento de la excelencia. Es más importante llevarse bien con el político de turno que impone criterios de programación, por ejemplo, en base a impulsos y caprichos, que instaurar una visión coherente y moderna en lo referido al papel de la cultura en la sociedad.
En marzo y abril tendrán lugar en la localidad húngara de Pecs (Capital europea de la Cultura 2010) y en Berlín, organizado por el IETM (Red Internacional de Artes Escénicas Contemporáneas) sendos encuentros sobre los efectos de la crisis en las políticas culturales, vías de enfrentarse al nuevo paradigma, búsqueda de soluciones para garantizar la supervivencia y reivindicar el papel de la cultura en el desarrollo de una economía sostenible entre muchos otros temas de acuciante actualidad. Aquí, poco o nada. Ir tirando y esperar el turno para ser conducido al matadero. Ni siquiera sabemos sacar partido a las lecciones del fracaso colectivo y de la miseria que asoma la patita. Sería una buena oportunidad para volver a empezar, pero esta vez aplicando criterios nuevos en los que prime la excelencia, una relación proactiva con los distintos públicos, la aplicación de herramientas digitales e internet para la difusión y promoción, la fiscalización y evaluación permanente de las políticas aplicadas, la potenciación de la formación permanente en artistas, profesionales y gestores, relaciones de colaboración e intercambio con Europa, la austeridad inteligente, rigurosa e imaginativa, la independencia de gestores respecto a los políticos, la integración de la formación artística en la educación, etc. Y, cuanto antes, mejor.
miércoles, 24 de febrero de 2010
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